En el
cierre de un año de mucho aprendizaje, es tiempo de comenzar el conteo de todo
lo bueno que nos hizo transitar: la certeza de que el contacto alimenta nuestro
ser, y que quizá de ahora en adelante nos convirtamos en precavidos
atesoradores del cariño de nuestros gestos.
En los últimos días, ha circulado en las redes una carta de lector con origen en Zaragoza, España, que se titula “Abrázame, que nunca se sabe”. En ella el autor compara los aprendizajes urgentes que nos ha dejado la pandemia, con aquellos que a la generación de sus abuelos les dejó la guerra. Su abuela lo obligaba así, a terminar su plato, ante la posible inminencia de una nueva hambruna.
Nuestro
deseo de abrazos es hoy -diciembre de 2020- un legado para los que vendrán:
abracemos fuerte porque hoy sabemos que
las presencias cercanas son irreemplazables.
Esta
semana, convidamos abrazos literarios…
- El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano Andares/3